Valle de Arce

Valle de Arce-Artzibar

Historias de la romería de Artzibar a Orreaga-Roncesvalles.

Cultura

Historias de la romería de Artzibar a Orreaga-Roncesvalles.
Historias de la romería de Artzibar a Orreaga-Roncesvalles.

ARCE-ARTZIBAR Y LAS ROMERÍAS A ORREAGA-RONCESVALLES. 

(Texto e imágenes iniciales Jose Etxegoien)

sotes 1944

Dibujo de Sotés, 1944

pesadas cruces en los hombros rudos…

largos caminos y los pies desnudos…

pero la paz del alma les resarce.

Van rezando el rosario, reverentes,

todo lo largo de la caminata;

y es un rosario, de la Colegiata,

la hilera negra de los penitentes.

Ya tras la verja de forjado hierro

con suave resplandor la imagen brilla

pho

presa en florido y tuminoso encierro

Pedid allí, a la Virgen sin mancilla

que ella conserve vuestra fe sencilla,

¡romeros de Valdearce y de Valderro!

José María Luzaide, Boiras, 1922

Agur Jesusen Ama / Birjina nerea. / Agur itsasoko izar, / diztia zailea.  / Agur zeruko eguzki / 

pozkidaz betea. / Agur pekatarien / kaia ta estalpea. / Baina zugandik alde / boitzak ezin du. / Zuregana dijoa / 

zugan bizi nahi du. / Birjin paregabea / bedeinka nazazu. / Agur ama nerea / Agur, agur, agur.

Canto a la Virgen de Orreaga-Roncesvalles. 1944

Las cruces en el claustro durante la misa. 2013.

 

“Los de Valcarlos se quejaban asimismo en 1576 contra estos tablajeros por hacerles pagar peaje habiendo tabla en aquel lugar, con el mismo resultado favorable. En 1586, los querellantes son los cofrades de Nuestra Señora de Roncesvalles, a los que hacían vejaciones tanto los tablajeros como los soldados que guardaban el puerto. Acudían con motivo de las romerías, gentes de Aézcoa, Salazar, Roncal, Erro, Arce, Urroz, Esteríbar e Ilzarbe, a los que despojaban de su dinero, plata, joyas, etc.; a las mujeres les quitaban “indecentemente” hasta sus joyas y sortijas. Estas cofradías solían tener lugar en mayo y septiembre, y se pidió y obtuvo que no se reconociese a la gente en los 12 días que duraban en total.”

Florencio Idoate, 1960

No se tienen datos sobre el origen de las romerías a Orreaga-Roncesvalles con entunicados, cruceros, penitentes… donde cada valle organiza la suya. Se habla de la Edad Media como origen de las mismas, pero no hay información documentada hasta el siglo XIX. Queda pendiente de encontrar datos anteriores. Lo único claro es que pronto tuvo una cofradía que anualmente acudía a la colegiata a celebrar su día festivo.

Desde el siglo XI los reyes navarros comenzaron a potenciar el camino de Santiago. Dependientes del monasterio de Leire existía en el entorno del entonces inexistente  Orreaga-Roncesvalles dos pequeños monasterios que hacían de albergues a los dos lados de las montañas, S. Vicente de Cisa en la Baja Navarra, en el valle de Garazi-Cisa, y S. Salvador de Ibañeta en la Alta Navarra, que en la época era todavía terreno del valle de Erro-Erroibar. La ermita de S. Salvador de Ibañeta ya es citada en el año 1110, “in portu de Auriç”.

Entre 1127-1132 se fundó una cofradía de clérigos y laicos destinada a apoyar y desarrrollar junto a la “capilla de Carlomagno”, S. Salvador de Ibañeta, un edificio para ayudar a los peregrinos a Santiago. No se sabe si se empezó a construir en Ibañeta el albergue, pero pronto se cambió de opinión y se decidió construirlo en la parte baja del puerto, en su emplazamiento actual.

La colegiata de Orreaga-Roncesvalles se fundó oficialmente en 1134-5, con la bendición papal dada en 1137. En la misma época, no hay fecha concreta, a 2 km. se dieron fueros a la “villa de Roscidevallis”, el actual pueblo de Auritz-Burguete, del que no se sabe si ya existía antes como población.

 El 12 de febrero de 1266 el rey navarro Teobaldo II pedirá a los cofrades de la cofradía del hospital de Orreaga que reanuden sus prácticas, interrumpidas por un homicidio ocurrido el dia de su reunión. Aunque de dificil lectura, por su interés reproducimos el texto de Teobaldo II:

Thibalt por la gracia de Dius rey de Nauarra, de Champania e de Bria cuemde palazin, a todos los confrades de Val d’Arci, e de Val d’Erro, e de Ezteriuar, qui sedes de la confradria del hospital de Ronçasuailles, salud e gracia. Sepades que a nos fizieron entender el prior e el conuent que por occasion de omicidio por un omne que mataron en el dito hospital al dia de uuestras confradrias, e el nuestro senescal uso fizo pagar la calonia, sedes redrados que no feytes las confradrias como soliades fazer antes. La qual cosa uos dizimos que por tal cosa non deuiades leissar de fer uuestras confradrias, que bien sabedes uos que todauia faziendo el bien, vençe omme al mal. E commo nos entendamos que aqueillas confradrias sean a ondra de todos uos, e a saluamiento de las animas, rogamos uos e aconseillamos que tornedes en fazer uuestras confradrias como soliades en el dito hospital, e si por auentura contesciere otra tal occasion de muert de omme, o ferida, o plagar, nos tornaremos a los fazedores, e non queremos por esto ni por otra occasion, que ningun mal ni enbargo uienga a los confradres si no ad aqueillos qui el mal faran. Otrosi en aqueillos dias que soledes fazer uuestras confradrias no queremos que nengun otro omme estranio uos faga enbargo, saluo los romeos uiandantes ni seades tenudos de dar ren a ninguno, sino aqueillo que uos et uuestros antecessores auedes costumpnado de dar a la caridat del dito hospital.

Demas nos diemos al deuant dicto hospital franqueça de saluedat d’aqueil logar que claman Sorguinaritçaga ata l’ospital de Sant Saluador de Sumi Port, que ningun omme non sea osado de acometer ni de fer mal un a otro, et qui lo feziere, que pague a nos Mil. sueldos de calonia, segunt que el prior et los freires del dito hospital tienen nuestra carta de sal uedat. E por mayor firmeça d’estas cosas deuantdictas fiziemos poner nuestro sieillo en esta present carta que fue feyta et dada en Ronçasuailles quinze dias dentro en febrero, anno Domini.Mº.CCº.LXº. quinto.

A esta cofradía posteriormente se sabe que se unieron otros valles de la zona: Erronkari, Zaraitzu, Aezkoa, Arriasgoiti, Longida… y casi seguro los vecinos Baigorri y Garazi. De esta cofradías y otras asociaciones religiosas locales surgirían posteriormente en la Edad Moderna las romerías organizadas por cada valle a la colegiata.

Del siglo XVIII se sabe que Aezkoa decidió suprimir la suya, así se cita en 1798,  que el valle suprimió, “dos procesiones que anualmente hacía, la una a la ermita de S. Salvador de Roncesvalles, consistente en el puerto de Ibañeta, y la otra a la Nuestra Señora de Musquilda en el de Salazar”. Aezkoa mantuvo dos procesiones anuales de todo el valle, una a San Joaquín de Aribe y la otra a S. Gregorio de Garaioa. Tras la guerra de 1936-39, hacia 1939-41 Aezkoa comenzó a ir en romería a Orreaga con las cruces, penitentas y trajes del valle, siendo en los años de 1970-90 la más vistosa que se realizaba. Hoy día está muy reducida.

Hay algunos datos sueltos de las romerías en el siglo XVIII. Así en 1730 hay un juicio eclesiástico entre el cura de Aurizberri y el de Auritz, con una larga disputa sobre derechos de uno y otro al pasar la romería. Tal fue el revuelo que hubo, que el obispo para evitar enfrentamientos suprimió la romería a Orreaga de Aurizberri-Espinal del año 1731.

Es interesante leer parte del documento para ver cómo funcionaban las romerías en 1730. (Tomado de la revista “Roncesvalles”, boletín de la cofradía, nº 44, IV-2007):

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Romería del año 1943. (Fondo Ojanguren, www.guregipuzkoa.net)

Primeramente, que los diez y ocho pueblos de que se compone el valle de Arce han acostumbrado y acostumbran a ir todos los años en procesión con sus curas y cruces a la Real Casa de Ntra. Sra. de Roncesvalles la víspera de la octava Ascensión, y el dicho lugar de Espinal, así bien con su cura y cruz, tres veces al año. La primera el día de San Joaquín, la segunda por las Letanías mayores de San Marcos, y la tercera el día de la Pascua de Pentecostés, pasando todos ellos por la dicha villa de Burguete.

En segundo lugar, que lo que se ha estilado en el dicho tránsito por Burguete es que, el vicario y el alcalde de esta villa salen a recibir a las dichas procesiones, y al entrar en ella el cura que preside la procesión del Valle de Arce, al cual suelen llamar Prior, y el Vicario que va con la de Espinal, se quitan las estolas y las ofrecen al Vicario de Burguete, en reconocimiento de que sin su licencia no pueden entrar en su parroquia con cruz levantada y estola puesta, y el dicho Vicario de Burguete se las devuelve, con cuya demostración les da licencia y los va acompañando hasta que salgan de la dicha villa.

Lo tercero, que el día de Pentecostés, 29 de mayo de este presente año de 1730, el Vicario de Burguete salió, revestido de sobrepelliz, a recibir la procesión de Espinal, que iba presidida por su Vicario, y viendo que este pasaba mirando al otro lado y sin ofrecerle la estola, le dijo que le extrañaba esta novedad y que sin su licencia no podia entrar con la estola puesta y cruz levantada en su parroquia, a lo que respondió el de Espinal que si los curas del Valle de Arce la ofrecían, los del Val de Erro no, y así pasó adelante sin ofrecer la estola.

Lo cuarto, que habiendo esperado el de Burguete, a la vuelta de la Real Casa, reparó que la parte contraria entró en la dicha villa con cruz levantada y estola puesta sobre su sobrepelliz, y sobre este una capa negra y sombrero calado, siendo así que iban sus feligreses con las cabezas descubiertas; y habiéndole pedido la estola, persistió en la misma negativa y así pasó por la dicha villa contra la voluntad del expresado Vicario de Burguete, a quien los de la procesión rodearon amenazantes, en un momento dado, y aún uno de ellos le amenazó con el puño cerrado y ademanes de querer sacudirle.

Lo quinto, que en la procesión del día de San Marcos, que suele hacer el lugar de Espinal a la Real Casa de Roncesvalles, al volver de esta, suele entrar con la dicha procesión, cruz y estola, el vicario de dicho lugar en la Y glesia de la villa de Burguete y echan en ella un responso cantado, y los que van en la procesión acostumbran a ofrecer lo que les dictare su devoción, y los maravedises que se sacan de este ofertorio se entregan al Vicario de Burguete, reconociendo con este acto que sólo a él le corresponden.”

Las numerosas guerras del siglo XIX no permitieron mantener las romerías, y parece que no es hasta la llegada del prior auriztarra Nicolás Polit, (1887-1906), en que se potenciaron y recuperaron de nuevo las procesiones y romerías. Cuentan que se tomó como modelo de romería la del valle de Arce-Artzibar.

Ya en 1858 y 1885 se había hecho grandes procesiones votivas a Orreaga por parte de algunos valles de la zona, como Erroibar, Artzibar o Auritz-Burguete.

En 1899 el Papa pedirá la recuperación y el desarrollo de peregrinaciones y procesiones en toda la cristiandad. El obispo de Iruñea hace lo mismo a nivel local, proponiendo recuperarlas en algunos santuarios como Orreaga, S. Miguel, Iratxe, S. Gregorio Ostiense o Xabier entre otros.

El 22 de mayo de 1899 participaron en una romería a Orreaga-Roncesvalles los valles y pueblos del entorno, entre ellos Artzibar, Orotz Betelu y Erroibar. Se calcula que cerca de 6.000 personas asistieron a esta romería. Aezkoa la realizó el 29 de mayo, aprovechando que el sacerdote Venancio Barber, de Abaurrepea, daba su primera misa oficial.

En el 50 aniversario del dogma de la Vírgen Inmaculada, en el año 1904, se potenciaron nuevamente las romerías por todo el mundo. La de Orreaga se realizó el 12-IX-1904 y se dice que los romeros de la zona ocupaban tres km de la carretera antes de llegar a la colegiata, contándose 42 cruces parroquiales de los pueblos y valles del entorno, 50 sacerdotes locales, y más de 200 cruceros entunicados y descalzos.

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Romería del año 1943. Llegada a la iglesia de Orreaga-Roncesvalles.
(Fondo Ojanguren, www.guregipuzkoa.net)

Las romerías a Orreaga del siglo XIX y principios del XX se celebraban en torno al día de Pentecostés.  Estas eran sus fechas.

– Hacia 1860-70 se incorpora Auritz Burguete que irá el lunes antes de Pentecostés.

– Luzaide-Valcarlos ascendía en romería el martes.

– Artzibar iba al miércoles siguiente al día de la ascensión del Señor. Orotz pese a independizarse de este valle hacia 1841 siguió yendo junto al resto del valle.

– Aurizberri-Espinal hacía su romería independiente del valle de Erro el jueves anterior a Pentecostés.

– Erroibar o valle de Erro lo hacía el viernes.

– Aezkoa en la postguerra, 1939-41, comenzó a ir el jueves siguiente a Pentecostés.

– Baja Navarra iba el miércoles siguiente al 8 de septiembre, día de la Vírgen.

– Posteriormente comenzaron a hacer sus propias romerías la iglesia de S. José de la Txantrea y la villa de Agoitz-Aoiz.

– En 1967 y algunos años posteriores la Peñas de Iruñea organizaron una marcha de la juventud el último domingo de mayo.

En la década de 1960 dado los cambios sociales, obligaciones laborales, etc. Se cambiaron las romerías a los fines de semana de mayo-junio, manteniendo la Baja Navarra el domingo más cercano al 8 de septiembre. Aunque la mayoría son fijas, alguna fecha cambia según el año, así que el listado que proponemos puede variar algo. El ejemplo que damos es la lista de romerías del año 2007.

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Romería del año 1943. Entrada en la colegiata.
(Fondo Ojanguren, www.guregipuzkoa.net)

1 de mayo. Aezkoa, y la Txantrea.

1º domingo de mayo. Luzaide-Valcarlos.

2º domingo, Artzibar- valle de Arce y Orotz Betelu.

3º domingo. Erroibar-valle de Erro.

4º domingo, Aurizberri-Espinal.

1º domingo de junio, Auritz-Burguete.

2º domingo de Junio, Agoitz-Aoiz.

5 de septiembre, miércoles, Baja Navarra.

Romería de Artzibar. La romería de Artzibar-Orotz Betelu se celebra el segundo domingo de mayo y actualmente es la más concurrida y vistosa. Los pueblos artzibarres, la mayoría desaparecidos con el embalse, del sector o vereda del río Irati se unen hacia las 6 de la mañana en Orotz Betelu. Cuando pasan por Garralda se les saludas con el toque de camapanas. Almuerzan y siguen hasta la venta de Aurizberri-Espinal donde se unen a la otra columna.

La de la vereda del rio Urrobi van subiendo desde cada pueblo uniéndose los grupos. Se agrupan junto al puente de Arrieta-Hiriberri a las 7 de la mañana desde donde ascienden unidos hasta la venta.

Antes parece que algunos iban por la carretera antigua hasta el actual camping de Urrobi y otros por algunas veredas desde Hiriberri-Villanueva llegando al mismo punto, para juntos ir hasta la venta de Aurizberri-Espinal, a las puertas de Auritz-Burguete.

A la entrada de Auritz con aviso de retoque de campanas, el alcalde de Auritz, y antes también el cura, saluda y acompaña a los alcaldes de las romerías que pasan por el pueblo hasta el final del mismo. En la colegiata son recibidos por el prior y algunos canónigos antes de entrar en la iglesia.

En la venta de Aurizberri-Espinal, justo a la entrada de auritz se juntan y descansan las dos veredas y se ponen en orden para comenzar la procesión hasta la colegiata.

Al pasar por Auritz o en la entrada de Orreaga los cruceros se tapan con la capucha y ponen las grandes cruces de madera portándolas en cruz y en alto, meintras que por el largo camino de romería se llevan sin encapucharse y la cruz en el lateral en un hombro.

La distribución y órden de las romerías  son diferentes en cada valle. La de Artzibar comienza con los entunicados cruceros. En medio van los alcaldes del valle y Orotz. Siguen las cruces parroquiales, el clero, los hombres, los estandartes religiosos, de la Vírgen… y las mujeres cierran la romería.

El orden o disposición de los grupos en la romería también tuvo alguna disputa, como la de 1928. Recogemos dicha disputa del artículo publicado en 2001 en la revista de la cofradía “Roncesvalles”:

[…] El día 14 de Marzo de 1928 la Asociación de Hijas de María de la parroquia de Nagore acudió al Sr. Obispo de Pamplona con la siguiente exposición: “1) Que el miércoles anterior a la Pascua de Pentecostés se dirige cada año en procesión a la Real Colegiata de Roncesvalles el valle de Arce y la villa de Oroz. 2) Que según costumbre inmemorial por todos reconocida, la Asociación de Hijas de María de Nagore ha ocupado siempre el lugar inmediato al clero al ir hacia Roncesvalles y el último lugar al volver del mismo. 3) Que algunos años, al ir a Roncesvalles han ocurrido incidentes desagradables entre las Asociaciones de Hijas de María de Nagore y Arrieta por querer estas ocupar el lugar que siempre han ocupado las primeras, dando lugar el incidente del año pasado a lamentable intervención de los pueblos. 4) Que en vista de ese incidente, reunido el Ayuntamiento del Valle de Arce, ha acordado que las Hijas de María vayan en la procesión por e:l. orden de las cruces parroquiales y peniteptes de cada pueblo. 5) Que en vista de este acuerdo por el cual la Asociación de Hijas de María de Nagore se considera postergada, y creyendo que la única autoridad competente para resolver esta cuestión es la de V.S.I. por tratarse de un acto de culto, recurre solicitando humildemente la solución que desde ahora reverentemente acatan”.

El día 2 de Abril, las Hijas de María de Arrieta presentaban su réplica, en tono más humilde y conciliador: “Queremos hacer constar a nuestro amadísimo Prelado que ni ahora ni nunca hemos tratado de perturbar el orden, pues, aun desoídas nuestras pretensiones y humilladas por un Sr. Concejal cuya intervención hemos juzgado abusiva en un acto religioso, hemos cedido siempre en la demanda por no poner escándalo en un acto tan edificante y hermoso. Esta Asociación determinó acudir sin estandarte, y sin que nosotras hayamos intervenido para nada, el Cabildo Parroquial y el Ayuntamiento del Valle han resuelto que las Asociaciones de Hijas de María formen en el orden de las parroquias, como lo hacen todas excepto las de Nagore, determinación contra la que se han alzado”.

El Sr. Obispo procuró enterarse bien del asunto contencioso, y encargó al Sr. Prior de Roncesvalles que emitiera un informe detallado sobre el mismo. Era Prior Dn. Ferrnín Goicoechea y su informe consta de siete puntos: en el 1º dice “que no consta que las Hijas de María de Nagore hayan venido desde tiempo inmemorial o desde hace 40 años, ocupando en la procesión el primer lugar después del clero. 2°: Hasta el año 1925 acudían las Hijas de María de todos los pueblos no colegialmente y con su propio estandarte al frente, sino individualmente, como todos los demás”.

El día diez de Mayo, pocos días antes de la procesión, el Sr. Provisor, Dn. Manuel Arce Ochotorena, pronunció una salomónica sentencia: “Decretamos: 1°: Que las Asociaciones contendientes disfruten alternativamente del derecho de precedencia en la procesión de que se trata. 2°: Que en el presente año disfrute del expresado derecho la Asociación de Hijas de María de Nagore” .

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Romería del año 1943. Llegada a Auritz-Burguete. (Fondo Ojanguren, www.guregipuzkoa.net)

 

1878. Descripción de las romerías del sacerdote Hilario Sarasa.

Este sacerdote auriztarra publicó en 1878 una historia de Orreaga-Roncesvalles, con datos interesantes para la historia local, entre ellos la descripción de las romerías.

Hilario Sarasa Suescun (Auritz/Burguete, 1831- Iruñea/Pamplona, 1910), vivió y trabajó en la colegiata. Fue su contable entre 1869-75, para trabajar luego en la biblioteca. En 1902 se le nombró “correspondiente” de la Real Academia de la Historia, y trabajó en la comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Navarra.

Extraña que no cite las procesiones de Erroibar-Valle de Erro, ni la de los bajonavarros de Garazi-Cisa, que quizás se habían interrumpido, hay que recordar que es reciente la segunda guerra Carlista, (1872-76), y es posible que llevaran algunos años suspendidas. Tampoco cita los pueblos de Artzibar de la zona del río Irati, que, al menos años después, en su mayor parte se unían con los de Orotz Betelu para juntarse luego con los de la  vereda del Urrobi, según dice, “en el molino de Espinal”, donde actualmente se sitúa el camping de Urrobi. Hoy día se reunen en la venta  de Aurizberri-Espinal, a la entrada de Auritz-Burguete.

Entresacamos su descripción de las romerías, el capítulo V casi entero, aprovechando que las conocía de primera mano:

En este lugar de tan reducida poblacion, se pasa la vida tranquilamente sin que llegue interrumpir su habitual monotonía el bullicio de gente aglomerada.

No se celebran ferias ni mercados, y aun el dia de la Natividad de Nuestra Señora, Patrona de la Colegiata, se celebra de distinta manera que en los demás pueblos. Hay sí bastante concurrencia de gentes dol pa.s y de los pueblos cereanos de Francia; pero el objeto de estas gentes no es el de divertirse, sino el de honrar y tributar sus obsequios a la Virgen de Roncesvalles. Asi que la Inmensa mayoria viene á recibir los Santos Sacramentos y asistir á la misa Solemne y Sermón que se procura predicar en vascuence por ser el idioma familiar de los concurrentes. A las cinco de la tarde queda Roncesvalles en el silencio de siempre. […]

Otros dias presencia Roncesvalles análogos al mencionado, de concurrencia también, pero sin mas objeto que el puramente religioso. Son los de las Procesiones de Valcárlos, Valdarce, Espinal y Burguete .

Procesion de Valcàrlos.-Tiene lugar el Martes siguiente á la festividad de la Ascensión, Llega á la Colegiata á las ocho de la mañana con el mayor órden, con su Párroco y Ayuntamiento. Es muy concurrida, teniendo por costumbre hallarse representadas todas las casas por alguno de la familia. Entra inmediatamente en la Iglesia, y cantada la Salve salen á tomar algún alimento . A eso de las nueve y media oyen la misa cantada á papeles, y desde la Iglesia regresa la Procesion á su parroquia en la misma forma que salió, con el mismo recogimiento y rozando el Santo Rosario en todo el trayecto de dos leguas y media. Es acompañada por el Cabildo de la Colegiata hasta la fuente de lturriotz .

Procesión de Espinal.- Se verifica el Jueves inmediato al de la festividad de la Ascensión, Con el mismo órden y recogimiento que la de Valcárlos llega A la Cologlata á las ocho de la mañana con su Párroco y Ayuntamiento, A la cabeza van los niños guiados por el maestro de escuela, siguen los mozos, despues los casados, la cruz parroquial con el Párroco y cantores, y detrás las mugeres. Tanto á la ida como á la vuelta rezan en coros el Santo Rosario, y desde la cruz de los peregrinos entonan la Letania Lauretana, entran lo asi en Ia Iglesia donde inmediatamente oyen la misa celebrada por el Párroco. Sin hacer mansion alguna en la poblacion, regresa la Procesion en la misma forma que llegó. Es acompañada del Cabildo de la Colegiata hasta la plaza de abajo, y en este dia guarda fiesta al lugar de Espinal.

Procesion de Burguete. -No tienen los Burguetanos por costumbre el hacerla. La han practicado algunos años, y es de su poner sigan haciéndola en lo sucesivo, imitando las buenas costumbres de los pueblos limítrofes.

Procesion de Valde-Arce.- De propósito hemos invertido el órden con que las procesiones llegan á Roncesvalles, para hablar últimamente y con mas detenimiento de la que practican los pueblos del Valle de Arce.

Tiene lugar el Miércoles siguiente á la festividad de la Ascensión, y se verifica desde inmemorial. Es la mas concurrida, tomando parte en ella todos los pueblos del Valle.

Como quiera que algunos pueblos distando Roncesvalles cuatro y cinco leguas, se ven en la necesidad de salir á medianoche, sin que los contenga el mal temporal: y no es pequeño sacrificio el de aquellas gentes, pobres de bienes temporales, pero ricas en fé, caminando en toda la noche por riscos y barrancos, sufriendo quizá un frio. aguacero y lastimándose los pies descalzos de propósito para hacer penitencia.

Los de los pueblos más cercanos esperan á los de atrás y así en todo el trayecto va engrosando la Procesion á la m anera de un rio con el concurso de sus confluentes.

Conmueve el espectáculo de aquella multitud que desde los pueblos situados en las laderas de la carretera bajan serpenteando por aquellas quebraduras, de noche, rezando y entonando cánticos á la Virgen, siendo saludados por el bandeo de campanas de tanto pueblecillo.

En el puerto de Lusarreta vá ya reunida la gran Procesion, faltando tan sólo el pueblo de Oroz, el cual verifica su union en el molino de Espinal.

Desde aqui vá ya reunido todo el valle pasando por la calle de Burguete; y al pisar la jurisdiccion de Roncesvalles en el paraje de la Cruz de Roldan, suenan todas las campanas de la Colegiata.

Llega la Procesion á las ocho de la mañana con el mayor órden, rezando unos coros al Santo Rosario, otros entonan de la Salve y otros la Letanía. Van á la cabeza en dos hileras mas de cien entunicados con enormes cruces y descalzos; siguen los hombres que no las llevan; vienen en pos los Párrocos y veintiún cruces de otras tantas parroquias, y detras una multitud de mugeres. Tanto los hombres como las mugeres llegan formando coros, presididos por individuos del Ayuntamiento á personas caracterizadas, y en esta forma entran en la Iglesia en medio de un repique general de campanas.

Aquellas gentes que han caminado en toda la noche, en ayunas, á pié, y descalzos por decontado (sic. descontado) los entunicados, empiezan por recibir los Santos Sacramentos de Confesion y Comunion, y muchos no pueden hacerlo hasta mas del mediodia. Oyen un a misa solemne que la dice por turno uno de los Párrocos del valle y la canta  á Organo el coro do la Colegiata.

Después de una refaccion, y á las dos de la tarde, suenan nuevamente las campanas anunciando la salida de la procesion, que lo verifica á las dos y media en la misma forma que llegó, siendo acompañada por el Cabildo de la Colegiata hasta la salida de la poblacion. […]

1916. Comentarios sobre la romería de Leoncio Urabayen.

Leoncio Urabayen, (Errotz, -Arakil-, 1888 // Iruñea-Pamplona, 1968), es el primer geógrafo moderno de Euskal Herria, y en su investigación fin de carrera de 1916 investigó sobre Orotz Betelu. Es un estudio donde da abundante información del pueblo, y que sirve de fuente para el estudio del valle de Arce-Artzibar.

Como no podía ser menos habla sobre la romería, indicando en nota aparte que aunque Orotz ya no pertenecía a Artzibar, seguían yendo juntos. Añadir como curiosidad, porque no lo cita, que hacia las 7 de la mañana, a su paso de la romería por Garralda, hacen repicar las campanas, (pp. 23-24):

“El miércoles siguiente á la Ascensión se celebra la pegrinación del Valle de Arce al santuario de Roncesvalles (24). Los peregrinos de Azparren, Gorraiz y Artozki llegan á Oroz-Betelu hacia las dos ó las tres de la mañana. Se unen á ellos los de Oroz-Betelu, y ya todos juntos salen á las cuatro. Delante van los portadores de cruces, entunicados, con la cara cubierta, un dogal á la cintura, descalzos y en ayunas. Las cruces son de madera de haya, de uno y medio á dos metros de altura por uno á uno y medio de anchura de brazos; el tronco tiene 15 á 20 centímetros de diámetro; su peso es, pues, grande. Por el camino, mientras los penitentes rezan el rosario, los sacerdotes y el resto de la peregrinación, que vienen detrás, unos á pie y otros á caballo, cantan la letanía. Hacia las ocho de la mañana la peregrinación llega á la venta de Espinal (junto á Burguete), donde se reune con la de los otros pueblos del Valle de Arce. Juntos todos atraviesan la calle de Burguete, llevando los penitentes las cruces sobre la espalda, y los brazos abiertos. Asi entran también en Roncesvalles, donde todos confiesan y comulgan, oyen una solemne misa con sermón en euzkera y después de comer regresan, partiendo á las dos de la tarde á sus pueblos en la misma forma en que fueron. A Oroz·Betelu suelen llegar hacia las seis de la tarde (25).

El año 1885 el pueblo de Oroz-Betelu celebró él solo otra peregrinación á Roncesvalles, en el mes de Agosto. En ella tomó parte todo el pueblo, para impetrar de Nuestra Señora de Roncesvalles evitase á Oroz-Betelu la visita del cólera, que entonces estaba haciendo estragos en Navarra. El cólera no llegó á Oroz-Betelu.”

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Romería del año 1943. Paso junto a la iglesia de Auritz-Burguete. (Fondo Ojanguren, www.guregipuzkoa.net)

 

HEMEROTECA.

II-1858. Los valles de Artzibar-Arce, Erroibar y Auritz-Burguete deciden peregrinar en febrero a la colegiata de Orreaga-Roncesvalles para pedir que no llegue la epidemia del cólera.

16-V-1890. (La Unión Católica). El miércoles de la próxima semana se llevará á cabo la tradicíonal romería que anualmente celebran los habitantes del valle de Arce (Navarra), á la Colegiata de Roncesvalles. Cien entunicados llevarán sobre el hombro cruces de madera, y presidirá la procesión el Clero y el Ayuntamiento.

5-II-1900. (Eco de Navarra).  Peregrinación a Roncesvalles. Sr. Director del Eco de Navarra. Muy Señor mío: No quiero dejar de hacer á usted una sucinta relación de las procesiones que han tenido lugar estos días á la colegiata de Roncesvalles, no dudando que los corresponsales de los pueblos interesados lo harán (¿?) […]

El miércoles 30 de Mayo último se verificó la magnífica procesión que anualmente y desde tiempo inmemorial se hace por el rellgioso valle de Arce á la histórica y Real Colegiata de Nuestra Señora de Roncesvalles. Pasó la procesión por esta villa sobre las ocho de la mañana en admirable orden y compostura; precedían la misma 105 entunicados, llevando al hombro grandes cruces y rezando el Santo Rosario; seguían buen número de hombres y niños en dos filas; 22 cruces parroquiales, clero y Ayuntamiento, y por último diferentes coros de Hijas de María, entonando cánticos religiosos al Sagrado Corazón de Jesús y á su Madre Purísima. Celebróse la función religiosa en la Colegiata con toda Solemnidad, según costumbre de otros años; y por la tarde regresó la procesión con el mismo órden que había subido, pasando por esta villa sobre las tres. Se ha notado que la concurrencia de forasteros, particularmente franceses, á ver la procesión, ha sido este año menos numerosa que otros.

Al día siguiente, jueves, tuvo lugar la del pueblo de Espinal, que con perfecto órden y corrección se dirigió al Santuario por la mañana, regresando al pueblo sobre las diez y media á once.

Finalmente el día de hoy ha tenido lugar la de todo el valle de de Erro que organizada admirablemente y precedida, como la del valle de Arce, por 105 entunicados, se ha dirigido á la Colegiata, pasando por esta villa á las ocho de de mañana y regresando á la tarde sobre las tres de la misma. Durante la misa ha predicado en bascuence el Ilustrado canónigo de la Colegiata don Ciriaco Orria un notable serrmón alusivo al grandioso acto que se celebraba.

Que Dios conceda todos las gracias, que  por mediación de su Madre amorosa le habrán pedido.

Tiempo seco y frío, augurando mal año los ganaderos, pues habrá escasez de forraje por falta de humedad y temperatura benigna.

Suyo afmo. El corresponsal. Burguete 1. de Junio.

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Romería del año 1943. Entrada a Orreaga. (Fondo Ojanguren, www.guregipuzkoa.net)

5-VI-1943. (Diario de Navarra). Romería a Nuestra Señora de Roncesvalles. El próximo miércoles, día 9, saldrá de la Estación de Autobuses un coche a las siete de  la mañana y los restantes a  las ocho y cuarto, para asistir a  la Romería del Valle  de Arce. En Burguete pararán los autobuses para unirse cuantos lo deseen a los cruceros a ir a pie hasta Roncesvalles, en súplica y penitencia por la  paz mundial.  Los autobuses seguirán a Roncesvalles con cuantos deseen comulgar ante Santa María y a la llegada de todos los que van a pie, se celebrará una Misa en sufragio del alma del inolvidable don Agustín Irigaray, entusiasta de estas Romerias. A las doce Misa solemne en la que predicará el Reverendo señor Párroco de San Lorenzo, don Antonio Ona. La comida para todos los que la lleven y si el tiempo lo permite, será en Ibañeta, desde donde se domina una  preciosa vista panorámica. A Ibañeta se subirá en autobuses. Si hace mal tiempo  ya se  indicará dónde se ha de comer. Los que deseen comer en casa de la Sabina deben advertirlo al tomar el billete para que se les reserve cubierto. Por la tarde despedida de los cruceros y a las cinco y media los señores Canónigos enseñaran la hermosísima y maravillosa Colegiata, en la que se han hecho obras  de gran importancia y belleza. Seguidamente todos los cruceros de Pamplona se despedirán con una Salve de la Virgencica de Roncesvalles. En Burguete se estará hasta las siete y media de la tarde, hora en que se hará el regreso.

15-VI-1956. (Diario de Navarra). ROMERÍAS A NUESTRA SEÑORA DE RONCESVALLES. Ayer, lunes, dió comienzo la semana de las romerías a Nuestra Señora de Orriaga. Las carreteras se vieron surcadas de nuevo por las hileras de cruzados entunicados, que de los valles vecinos acudieron a la Colegiata a postrarse a los pies de Nuestra Señora de Roncesvalles, poniendo la nota severa, característica de la piedad en los pueblos de nuestras montañas. Ayer, lunes, Burguete fué la primera en peregrinar; le sigue hoy martes, la villa de Valcarlos; Arce, llevará mañana miércoles su numerosa peregrinación; Espinal peregrinará. el jueves, y el viernes el Valle de Erro se postrará ante la Señora de Roncesvalles. Como todos los años, los romeros de Pamplona harán su peregrinación unidos çon los del Valle de Arce y Valle de Erro. Para asistir a estos dos romerías, de Pamplona se saldrá mañana, miércoles, a las siete y media, deteniéndose en Burguete para que los que lo deseen puedan hacer el recorrido hasta Roncesvalles unidos a los romeros. Las inscripciones pueden hacerse, como siempre, en las Oficinas de la Junta Nacional y Diocesana de Peregrinaciones: SARASATE, 4.—Teléf. 20-08.

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Entrada a Orreaga. 1903.

    

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Entrada a la Colegiata.año 1898. (tomado de liturgia.mforos.com).

1897. RELATO DE PIERRE LOTI SOBRE LA ROMERÍA.

Louis Marie Julien Viaud, de seudónimo Pierre Loti, era un oficial de la marina nacido en Rochefort en 1850, que se enamoró de Euskal Herria, donde vivirá bastantes años, hasta su muerte en Hendaia en 1923. Renombrado escritor, escribió varias novelas clásicas de la literatura francesa, además de tocar temas vascos, destacando su novela de contrabandistas “Ramuntcho”. También escribió pequeños relatos del país, entre los que nos interesa éste sobre la procesión a Orreaga-Roncesvalles. No indica de qué valle era la procesión, pero podemos indicar que describe la de Artzibar, dado que la costumbre de este valle era la de ir el miércoles antes de Pentecostés. La de Erroibar era el viernes y el valle de Aezkoa, quizás en siglos anteriores sí, no tuvo romería hasta 1939-40.

La versión original en francés, se puede descargar en este PDF: P. Loti Artzibar 1897

La versión en castellano la hemos tomado de: Loti, Pierre. 2000. El País Vasco. La visión de un mundo que terminó en el diecinueve. Editorial Roger. Donostia-San Sebastián. Libro con los relatos de Loti sobre el país, traducidos por Vicente Clavel.

PASAJE DE PROCESIÓN.

Martes, 1º de junio de 1897.

Todos los años, desde siglos ha, en la mañana del miércoles que precede a Pentecostés, veinte o treinta pueblos vascos, colgados en la vertiente española de los Pirineos, desertan sus parroquias y cargados cada uno de ellos con una cruz como la de Cristo, suben en peregrinación al convento de Roncesvalles. Y, para ver pasar esta procesión extraña, es preciso ir la víspera a dormir a Burguete, el último de los pueblos que cruza, antes de llegar al venerable monasterio.

San Juan de Pie de Puerto, un pueblecito apacible y encantador, que el ferrocarril no tardará, ¡ay!, en desflorar, es el lugar de que parto yo este martes, 1º de junio, bajo un cielo muy nublado, para subir en carruaje hasta Burguete, por zigszags umbrosos a través de un inmenso bosque de hayas. A cosa de una hora de San Juan, está España; el pueblo de Valcarlos en el que hay que detenerse por exigencias de frontera.

Y, luego, como Burguete está al otro lado de los Pirineos (cerca de las cumbres, a una altura muy grande aún), volvemos a andar durante cuatro horas más, penetrando en el corazón del bosque que se hace más y más selvático y más verde. Gruñe sordamente la tempestad en torno a nosotros, tras las nubes, y la campana de Valcarlos para conjurar el granizo, se pone a repicar con voz delgadita y triste.

Largo rato nos siguen sus vibraciones y, luego, se pierden bajo nosotros en el silencio infinito de los árboles.

Sobre las hierbas del camino hay una profusión monótona de flores rojas y de digitales rojas. Hay, también, aguileñas, grandes campánulas y asombrosas saxífragas. Y por doquier corren las fuentes en finos goterones o en vivas cascadas, por entre los helechos…

Bruscamente llega el granizo de la tormenta, súbito, fustigante como un latigazo. Nos detenemos junto a una pared casi vertical de la montaña, tapizada con particular magnificencia por las mismas flores. El granizo arroja sobre nosotros, por miles, sus perlas de cristal, y entonces las grandes ruecas de las digitales, cortadas, segadas, siembran de flores los céspedes; y hay tantas, que parece un voleo de cintitas rojas en medio de las hojas y de los musgos tan verdes.

Rápidamente se acaba y pasa el aguacero y los caballos reanudan su marcha, elevándonos siempre por los interminables zigszags de la selva de hayas.

Todos los árboles del bosque son parecidos: todos aparentan la misma forma y la misma edad, llegados a su completo desarrollo sin haber sido contrariados, tal como en las selvas primitivas.

Un continuo ruido de tempestad se oye, ensordinado, en lontananza y, sobre nuestras cabezas, se extiende uniforme una nube negra a la que, poco a poco, nos aproximamos.

Por todas partes sube el bosque a sepultarse en esta nube y a perderse en ella. Arriba, los árboles, las rocas que rozan este gran velo de tinieblas, parecen mezclados e inmóviles humaredas y su cabeza se ahoga en las densas rocas grises. Seguimos elevándonos, al parecer, por las paredes de un gran precipicio cerrado. Por todas partes nos dominan masas opresoras. Está todo tan oscuro, tan oscuro, que parece un repentino crepúsculo, y resultaría fúnebre sin el esplendor de tanta verdura y de tantas flores rojas.

Muy pronto nos encontramos cerca de la tenebrosa bóveda que podríamos llamar palpable. Y, en una revuelta de este tan solitario camino, nos cruzamos con una procesión; una humilde procesión lugareña, transida por el granizo y por el aguacero; un centenar de montañeses que van en pos de una cruz de plata y tres sacerdotes revestidos de sobrepellices de batista. Regresan hacia Valcarlos cantando letanías infinitamente melancólicas, escuchadas aquí, en medio de la soberana impasibilidad de los árboles y del oscuro cielo.

Y luego, nadie ya; nada ya. Solamente la inmovilidad y el silencio de las gigantescas paredes de verdura: el misterio de la selva que va a unirse en las alturas al velo nebuloso, vecino siempre, de nuestras cabezas, como una especie de techumbre dantesca. Caminamos a través de una melancólica oscuridad verde y gris. Y, a unas cuatro horas después de esta ascensión tranquila y regular, penetramos, por fin, en la nube que es una niebla helada. No distinguimos ya más que las ramas inmediatamente próximas; las recias ramas blanquecinas de las hayas. Va a caer la tarde y todo se ensombrece más aún.

Cuando estamos en el punto culminante de esta senda de zigszags, que comienza a descender ante nosotros, la lluvia cae a torrentes en tanto que muere el día. A través del aguacero divisamos las altas paredes y el torreón melancólico del convento de Roncesvalles, al que tendremos que volver con la procesión, mañana por la mañana. Media legua más lejos, y ya al fin del crepúsculo, entramos en Burguete. Y bajo el chorrear de la lluvia, con un chapotear sobre el barro, me dirijo a la única posada del pueblo, que parece tener ya dos o tres siglos.

En ella esperaba una noche de soledad y de silencio. Pero no fue así. La víspera de la peregrinación parece ser que acostumbra a celebrar gran jolgorio. Después de cenar llega la primera guitarra, cuyo mástil está adornado con madroños de lana, como la cabeza de una mula; luego otra; y, más tarde, otra. Toda una orquesta con su tamboril y sus platillos de cobre. Y la cálida música de España comienza, vacilante y lígera, al pronto, mientras circulan la sidra y el vino para calentar los cascos. Fandangos, jotas, habaneras, poco a poco se esfuerzan y se apresuran cada vez más ruidosos, cada vez más rápidos. Llegan contrabandistas y carabineros; llegan curas. Nada de mujeres; sólo las dos criadas de la posada, que no saben a quién atender. Pero los hombres bailan ellos con ellos, lanzando agudos gritos de infantil alegría.

Ahora los guitarristas catan, rasgueando las cuerdas con sus manos diestras, inclinada la cabeza hacia atrás, cerrados los ojos, como al peso de la embriaguez, grandemente abierta la boca, mostrando sus dientes de lobo y medio extasiados, repiten y repiten viejas canciones, con una especie de frenesí, con notas apuradamente altas. Desde media noche hasta las dos, mientras se desprende afuera la lluvia tempestuosa, todo el mundo baila; hasta el posadero, hasta su mujer; hasta los viejos y las viejas a quienes el bullicio ha despertado en sus rincones. Y el mesón centenario vibra de abajo arriba. Se oye crujir su maderamen desgastado, sus techos ennegrecidos. Sus paredes están como impregnadas y animadas por la saltarina trepidación de las guitarras.

Miércoles, de junio.

De cerca y de lejos se oye el patear del ganado, los innumerables ruidos de ligeras campanillas colgadas al pescuezo de los carneros y de las cabras: música de la mañana sonora, en el solitario pueblo al fresco amanecer, entre los nubles de las cimas.

Despiértase la antigua posada, ahora silenciosa, después de haber vibrado tan intensamente toda la noche, con la exaltación de los cánticos y el frenesí de las guitarras.

Son las siete cuando desciendo de mi cuartito, para colocarme en el umbral de la puerta y esperar el paso de la procesión, que no tardará en desfilar. Ya no llueve. Un poco de sol horada las nubes errantes que envuelven el pueblo. La calle por donde ha de pasar el cortejo de las cruces, se extiende, bastante regular y larga, entre viejas casucas, todas parecidas, cuyos altos tejaroces negruzcos son de tablas de haya, de maderas de los bosques vecinos. El barro de la calle está sembrado de infinidad de huellas hechas por los partidos pies de los rebaños que, a primera hora, han salido para diseminarse por los pasterales en las praderas del contorno. De vez en vez, pasan campesinos y campesinas, montados en mulas que llevan campanillas también, y cuyos arneses van adornados con chapas de cobre para ver la procesión al llegar de los pueblos y cuyas sillas terminan en rojos borlones. Naturalmente, es hacia Roncesvalles, hacia el gran monasterio, adonde se dirigen todos, para la peregrinación del día.

La plaza de la iglesia será tan buen sitio para ver la procesión al llegar de los pueblos vecinos, para verla surgir a lo lejos, de entre esta bruma blanca -nube momentáneamente asida a un repliegue de los Pirineos.

Pesada, tosca, maciza, extrañamente rústica, combatida siglos y siglos por las tormentas de las alturas, es esta iglesia de granito ante la cual se extiende una plazoleta -de piso acribillado, como el de la calle, por las pisadas de cabras y carneros.

De pronto, arriba, en las dos ventanas del campanario, por las que aparecen dos campanas iguales, surgen unos hombres que comienzan a voltearlas, a repicar en ellas, manejando los badajos como si fuesen aldabones: ¡ding, ding, ding, ding! Golpean el bronce como tocaban anoche la guitarra: con una rapidez frenética, y el espacio se llena en seguida de un ruido cascado, salvaje. Es la señal de que la procesión, que ellos han divisado ya, será muy pronto visible para nosotros.

En efecto; no tarda en aparecer entre la bruma. Al pronto, se la creería un cargamento de maderos, arrastrados penosamente por hombres enlutados. Luego, a medida que se va aproximando, todos estos leños se dibujan mejor y muestran formas de instrumentos de tortura: son cruces como las del Calvario, que varios penitentes llevan sobre su espalda, y cuyas ramas sostienen con los brazos extendidos, en postura de crucificados. Comienza a oírse un plañido intermitente, que se exhala en lamentación rimada de la muchedumbre en marcha. Todos llevan vestidos negros y, sobre la cara, negras cogullas. Con los pies descalzos sobre el barro, caminan presurosos, al contrario del paso acostumbrado en las procesiones. Son unos quinientos, colocados en doble fila. ¡Ora pro no bis … ! ¡Ora pro no bis! -gritan todos, con tono de lúgubre súplica, y pasan con una especie de prisa extraña, con la cabeza inclinada bajo la cruz-. De trecho en trecho, en medio de ellos van los alcaldes de sus pueblos respectivos, vigilándolos, con la boina en la mano, luciendo su capa de las grandes ceremonias. Van detrás, grupos de clérigos con sobrepellices de batista, llevando al extremo de sus pértigas las cruces de plata, de veinte o treinta parroquias, piezas de antigua orfebrería, algunas de las cuales son de un estilo semibárbaro. Luego, para terminar, avanza la multitud de mujeres con mantilla negra, que con tristes voces, van cantando la letanía de la Virgen. Éstas no llevan cogulla y en el marco de sus enlutados velos, sólo se ve pobres rostros ajados y feos; tristes miradas de dolorida ingenuidad: pobladores marchitos de las grandes alturas, muchachas pálidas de las altiplanicies en las que resultan deprimentes las condiciones de vida…

En la plaza de la iglesia, y salpicados por las calles de Burguete están los inevitables viajeros, atraídos como por una fiesta de los suburbios a este pueblecito extraviado -que, ¡ay!, no está bastante protegido por sus montañas, bastante lejos de Biarritz ni de Bayona-. No hay que decir, porque se cae de su peso, que estos intrusos usan prismáticos, aparatos diversos, kodaks, bicicletas, y hasta flautas de caña. Y ante toda esta humilde humanidad montañesa, que pasa, lastimera bajo sus harapos oscuros, pero suplicante e infantil para ir a arrodillarse plena de confianza, ante Nuestra Señora de Roncesvalles, estas gentes saben encontrar risas que merecerían un guantazo inmediato, reflexiones que son la quinta esencia de la idiotez.

Mientras tanto, la procesión avanza rápida hacia Roncesvalles, ascendiendo sin interrupción, con su gemido lúgubre, y, tras ella, me encuentro yo, también, en el campo.

Estas campiñas son algo admirablemente verde, de constante humedad por la proximidad y por el contacto de las nubes; algo extremadamente melancólico y un tanto paradisíaco al mismo tiempo, alterado, apenas, por la mano del hombre. Y un no sé qué del aire, da la noción de la altura a que se encuentran y en que se respira.

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Entrada a la iglesia de la Colegiata. 1944.

Atraviesan el camino grandes macizos de enormes hayas, revestidas todas de blancos líquenes y cruza praderas de margaritas en las que pacen rebaños de cabras. Pero, más lejos, en todo alrededor, se alza la selva de hayas que no se ve terminar, tranquila y uniforme, fresca y verde. En torno a la planicie de Burguete, las cimas, que parecen encaramadas tan en lo alto, cuando se las mira desde las llanuras inferiores, hacen el efecto de pequeñas colinas muy próximas revestidas siempre de las mismas esencias potentes. Y las nubes, que aquí están en sus dominios, se pasean alrededor de nosotros como humaredas, como ligeras capas de algodón. Se arrastran o se detienen sobre el verde esplendor de estos árboles …

La procesión, que sigo acompañando, continúa su camino, siempre con su paso ligero, sin ruido, porque los pies de estos campesinos van descalzos o con abarcas o alpargatas. Solo se oye las lamentaciones perpetuas, repetidas cadenciosamente. Lo primero que marcha ante mí es la masa negra de las mujeres; luego, el grupo de las cruces de plata, sobre las que, en este momento, se proyecta un rayo de sol que brilla en el verde nebuloso del fondo; y luego, en fin, la vanguardia lejana, la runfla de crucificados con los brazos extendidos, que van a perderse en una densa neblina, cenicienta, con reflejos de nácar. El antiguo Roncesvalles, hacia el cual camina todo esto, continúa invisible tras una nube. Una gran humareda pálida que pasaba, se ha detenido para entenebrecerlo.

No obstante, estarnos ya muy cerca de Roncesvalles, que no se divisa aún, pues el súbito estrépito de las campanas de rebato anuncia nuestra llegada, con presurosos repiques, como esta mañana sonaban las de Burguete. Y, repentinamente, se dibuja el convento, agrandado por la indecisión de sus contornos, por la vaguedad en que la nube lo mantiene aún. Aparece colosal y soberbio, con su torreón de fortaleza y su cúmulo de pesadas murallas.

Nos sumimos en las sombras de un viejo porche de granito. Se cruza un claustro desolado, con arcadas ruinosas, lleno de escombros, de helechos y de musgo. La nube, vela aún las siluetas humanas y desprende una humedad y un escalofrío de sepulcro, dando a las cosas aspectos irreales y trasladando la imaginación a la penumbra de los tiempos pasados.

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Salida de la procesión de la iglesia de Orreaga-Roncesvalles. (Revista la Hormiga de Oro, 1927).

Por fin, como una ola, se penetra en el interior de la iglesia, embalsamada por el incienso, en la que arden los cirios allá en el fondo, ante los viejos tabernáculos centelleantes de oro. Las llamitas de las velas hacen centellear en la lejanía columnas doradas, retablos dorados, restos de antiguas magnificencias, en medio de tanta ruina y de tanto abandono. Pero, en la nave, apenas se ve lo suficiente para guiarse, y, al principio, se forma una mezcla extraña, por entre la cual avanza a tientas la procesión. Los cuerpos, sudorosos, se rozan y se oprimen; entrechocan las cruces; se oye golpeteo de maderas y pesados golpes de detención, sobre las losas.

Poco a poco, no obstante, la multitud se fija, y los ojos, habituados ya, comienzan a ver. Toda la nave central, entre columnas, está ocupada por la negra masa de las mujeres enlutadas. Y, a entrambos lados, se han colocado simétricamente los quinientos crucificados, con los brazos extendidos y con la respiración anhelante y fatigada. Este es el término de su penosa carrera bajo el peso del leño que arrastraban -y mañana, los frailes, dirán para ellos la misa bienhechora.

***

¡Señor…! Sin estas nubes que hoy por aquí pasan, todo esto, acaso, me hubiese parecido anodino y vulgar…

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